Cada vez los mensajes son más claros, no se emplean eufemismos. La consideración de objetos que tienen las personas que trabajan, visible en el comportamiento que, por ejemplo, tienen las grandes empresas con ellos, llega a su máxima expresión cuando se sugiere, con claridad y firmeza, que vendan parte de su cuerpo para ganar el dinero mínimo con el que sobrevivir (ver noticia del 17 de abril de 2012).
Interesa que haya parados. Primero porque aceptarán trabajos en malas condiciones físicas y económicas; además serán más dóciles, pero también porque habrá más sangre disponible para los que se la puedan pagar. Es un primer paso. Después, por qué no, se permitirá que vendan sus órganos. Se puede vivir con un riñón o con un solo ojo, o sin ninguno como les pasa a los ciegos involuntarios. Las posibilidades de obtener beneficio del cuerpo de un solo parado son múltiples. Quizá mucha gente no se ha fijado, pero ya está pasando con las mujeres. Sí, hay mujeres que para obtener dinero tienen que alquilar su útero. Sin olvidar claro las que tienen que alquilar su sexo, pero esto ya está asumido por casi todo el mundo, casi no se debate porque se quiere creer que eso ha ocurrido desde siempre, que es voluntario, que se elige. El caso del útero ha entrado en la sociedad de una manera más efectiva porque parece solidaridad, pero en realidad es la utilización del cuerpo de los más débiles utilizando la prepotencia del dinero. Igual que la compra de su sangre o de su riñón o de cualquier otra parte de su cuerpo que no le implique la muerte inmediata, que eso sí estaría ahora mal visto.
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