viernes, 23 de marzo de 2012

NIMILEURISTAS





Si hace años se puso de moda el término mileurista para definir a las personas, fundamentalmente jóvenes universitarios que no ganaban ni 1000 euros, ahora esa cantidad, dada la precariedad en los empleos, parece casi una fortuna. Se ha acuñado un nuevo término “nimileurista” o, más abreviadamente “nimi” o “los nimis”. Con esos términos se refieren a las personas  a las que su sueldo no llega ni siquiera a esos mil euros, que hace unos años parecía tan pequeña y escasa para remunerar un trabajo de cierto nivel. Muchos de ellos, los nimis, viven en casa de sus padres. A pesar de su precariedad laboral y por lo tanto vital, tienen, muchos de ellos, una vida bastante cómoda. Son dependientes económicamente, pero no pasan penalidades como les ocurre a aquellos que no tienen una familia que les dé soporte o a quienes, ya independizados, tienen personas a su cargo. Estos son los casos más problemáticos, los más sangrantes.
Ayer en el periódico El País, un reportaje habla de cómo estos jóvenes nimis no prescinden de los móviles de última generación, los llamados móviles inteligentes.
Hay muchas maneras de enfocar este asunto y más teniendo en cuenta el precio de los equipos, mínimo 500€, y sobre todo el coste mensual a pagar a la operadora de telecomunicación por el servicio de voz y el de acceso a Internet.
Cuesta entender que los nimis no prescindan de “este lujo”. Victor Sampedro, catedrático de la Universidad Juan Carlos de Madrid, lo justifica de la siguiente manera: “Necesitan decirle a todo el mundo que necesitan encontrar algo mejor que el trabajo basura o salir del paro, y que cuando llegue esa hipotética oferta pueda demostrar que no es ningún colgado, que contesta a las llamadas, mensajes, correos electrónicos y que tienen, gracias a su conexión, posibilidad de ser explotados laboralmente más horas al día con sus propios medios digitales. Además, tienen que ofrecer la imagen de que están a la última, al día”. Este catedrático ve este asunto de una manera similar a cuando hace unos años se veía a inmigrantes con móviles. Necesitaban estar conectados para enterarse de ofertas de trabajo o casa y estar desconectado era, según su opinión, privarse de la posibilidad de no conectar nunca con la sociedad de acogida.
Todas las situaciones se pueden ver desde distintos ángulos, pero en el fondo lo que subyace es que, a pesar de toda la precariedad, no se ha llegado, afortunadamente, al nivel de la miseria.



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